sábado, 20 de junio de 2015

Mi (ex) novia el Real Zaragoza

El fútbol, como el amor, es irracional. Levanta pasiones siendo un deporte en el que veintidós tíos le dan patadas a un balón para meterlo entre tres palos en los que se ha atado una red para que no se escape. 

Sin embargo, algo contra lo que tu no puedes luchar te agarra y no te suelta. El ver a tu equipo anotar un gol tiene el sentido freudiano que nunca encontraste cuando estudiabas filosofía en el instituto (lo del túnel, el tren y todo eso). Se convierte en una descarga de tensión y feromonas (aunque esto último tengo que investigarlo) que asciende y se transporta contagiando a la gran mayoría de mortales.

Hablas sobre tu equipo a todas horas. Cuando pierde te deprimes y te vuelves irascible. Si alguien se mete con él lo defiendes como a la madre que te parió. Cada domingo cancelas todas las citas, es tu momento con él. 

Todo es idílico. Tu equipo gana. Tu te alegras. Piensas en el futuro, tal vez la Champions League juntos. Piensas en las entradas y en la decoración. En los invitados al banquete (y sobre todo en cuanta cerveza será necesaria para complacer a tanta gente) y en la luna de miel a la plaza para celebrarlo.


Pero llega un momento en el que la relación empeora. Tu equipo no gana. Ni juega a algo parecido al fútbol. Solo te da disgustos. Pasas menos tiempo pensando en él. Ya ni vas a verle a casa ni enciendes la televisión o la radio para comprobar como está. Si sigue bien. Estás cabreado. Desencantado.

No quieres seguir sufriendo. Filtreas con otros. Con los más populares. Pero cuando sale el resultado de tu equipo piensas en leer la crónica o ver el resumen. Pero te haces el fuerte. No quieres seguir sufriendo. 

Esto es lo que me ha pasado a mi con el Real Zaragoza en los últimos años. Y si soy sincero, hasta hace bien poco. Era mi ex. El amor de tu vida al que sigues queriendo, pero sabes que no te conviene. 

Sin embargo llega el momento que ves que se deja querer por otros. Por los que fueron más fuertes que tu y se engalanan con su bufanda cada día de guardar. Que cada vez está más guapa y empieza a ganar partidos. Que está cerca de fue la chica a la que quisiste. 

Y tu. Tonto. Vuelves a caer. A soñar con esas citas coperas y con las noches de de goles y vítores en su casa . Y hablas con los amigos de ella. Y vuelves preocuparte por si está bien. 

Y cuando menos te lo esperas estás de nuevo en su casa. Bufanda al cuello y muchos nervios. Como en la primera cita. Y quieres que siga sucediendo. Y quieres verle de nuevo en grandes momentos y recuerdas el porqué de aquel amor. 

Y el hormigueo vuelve a ser de Primera.


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